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Jan Gustafsson

Jan Gustafsson

Nace en un pueblito danés y desde joven se interesa por otros mundos, reales e imaginados. Estudia filología hispánica, viaja a España y América Latina, y termina por asentarse en Cuba durante un lustro para él definitivo. A su regreso a Dinamarca, se dedica a la enseñanza, la traducción y las letras. Ha publicado dos novelas: Havana Moon y Sommerfuglens skrig (El grito de la mariposa). Es profesor de estudios latinoamericanos de la Universidad de Copenhague.

 

Fotografía, utopía y tiempo

El proyecto de libro de letras e imágenes titulado Cuba en los ochenta y noventa – memorias de la utopía nace de una doble ausencia, la que aportan, respectivamente, la fotografía y la utopía. La fotografía, en este sentido, parece representar una paradoja por ser al mismo tiempo pura presencia y mera ausencia. El signo fotográfico requiere la presencia espacial y temporal de su referente, el motivo, para poderlo representar. En este sentido es la representación estética más directamente relacionado con su significado. Pero esta misma presencia es, a la vez, lo que ocasiona una situación de ausencia: por ser la fotografía la fijación de un momento, ese momento y todo lo que contiene no podrá existir (ya), o sea es una ausencia más radical y fuerte que la de una situación o un personaje literarios imaginados. Siendo representación exacta de un algo que hubo, es el signo de este mismo algo que no podrá darse; el signo de lo exacto es el signo de lo imposible.
La utopía es, asimismo, un imposible. La utopía es un relato en cierta forma al revés, pues se dirige hacia el futuro, basado en el deseo social de un mundo radicalmente mejor. El mundo podrá o no mejorar, y con la utopía en el horizonte podrán darse grandes progresos sociales en todo ámbito. Pero la utopía misma es un lugar y un tiempo que no podrán darse, ya que la utopía siempre apunta hacia el futuro, el “todavía no” o una especie de eterno conato que, no obstante, es un mecanismo social fuerte e importante que Bloch llamó el “principio esperanza”.
La fotografía y la utopía se reúnen, pues, en sus respectivas ausencias a la vez que aquella apunta a un pasado que ya no es y esta a un futuro que todavía no (y nunca) será. Pero la revolución cubana construyó y se basó en una percepción utópica de la nación, y la nación, Cuba, se movió hacia la utopía, quedándose en la década de los ochenta en una especie de semiutopía realizada y cotidiana, para bien o para mal, que empezó a difuminarse con la crisis de los noventa. Así, hubo una utopía real y cotidiana de la que las imágenes y las palabras de este proyecto de libro son una modesta y personal memoria.

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